sábado, 25 de junio de 2011

El demonio de la violencia



En todas las etapas de la historia se ha sostenido tener razón para matar, saquear, robar, conquistar e invadir pueblos y naciones enteras y explotar y esclavizar a sus congéneres. Se trata de la razón del demonio hecho hombre, materializado en odio. Es el mismo demonio que indujo a las hordas indoeuropeas, cuando hacia el año 1500 a. J.C. invaden y conquistan a la India y pasan por las armas a la mayoría de sus habitantes, sometiendo a la esclavitud al resto de la población; el de Nabucodonosor, quien en el año 587 a. J.C. conquista a Judá y destruye Jerusalén; o también el demonio que promovió las guerras púnicas a través de las cuales Roma durante los siglos II y III a, J. C. invade a Cartago y destruye la nación fenicia; es el demonio de los Hunos, aquel pueblo mongol, que comandado por Atila el más bárbaro entre los bárbaros de entonces, asoló a Europa en el año 450 a. J. C. con la espada y el fuego, arrasándolo todo a su paso. Es este el mismo demonio que impulsó en el siglo XI al Papa Urbano II para proclamar la guerra santa, bajo la bandera de una cruz roja, dando lugar a la guerra de las cruzadas, en cuya primera incursión invadieron a Jerusalén y en el nombre de Dios mataron a todos los infieles. Fue ese el demonio, que inducido por el imperialismo norteamericano lanzó contra Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945 la bomba atómica, asesinando a miles de personas. Actualmente este demonio crece y se multiplica, causándole daños irreversibles a la humanidad. Indiscutiblemente, hablar del demonio es hablar de guerra. No obstante, en mi criterio, cualquier persona sensata o con valores morales, que rechace la guerra, que crea y promueva la justicia, la igualdad, la solidaridad y la tolerancia, necesariamente es porque aspira la paz y cree en el amor. Con esto no pretendo ser idealista, pero para mí, sin que me quede la menor duda, se requiere de una ideología de lo humano, de lo justo y de lo ético, pero más que ello, una ideología del amor. Es así, por lo que el propio Carlos Marx, concibió al socialismo como “un movimiento de resistencia contra la destrucción del amor en la realidad social”, criterio éste que es compartido por Erich From, al señalar, que “Marx concibió al socialismo como una protesta contra el desamor organizado, en que se basan, en gran medida, los sistemas económicos, sociales e internacionales”. Sobre esta base de índole socialista es necesario que todo aquel que afirme estar en el campo del socialismo promueva, defienda e invoque el supremo valor del amor.
Por Rodulfo Celis Vargas.

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